Salones de juego en Euskadi: el antes y el después del ‘lector’ de caras

| 10 de diciembre de 2024

Martes, 11:30 de la mañana. El ir y venir de gente es constante por Adurtza. Recados, paseos y cafés predominan en la zona. Muchos de estos últimos ‘caen’ en un punto de encuentro habitual en este barrio de la capital alavesa: el salón de juego ‘Fournier’.

Ubicado en una esquina de la calle Heraclio Fournier, las cañas y bocatas siembran también las mesas y barra, con el sonido de fondo de las noticias en la tele y las máquinas propias de este tipo de establecimiento.

Clientela habitual

La clientela, cuantiosa para las horas y ya habitual, entra y sale sin problema. Sin inmutarse por tener que pararse frente al ‘lector’ de caras colocado a la entrada del local, que escanea sus rostros y, por ende, sus datos.

A la mayoría el sistema les reconoce y les da acceso. A quien no, si no quiere quedarse en la calle, debe registrarse. Bien siguiendo las instrucciones de un cartel a través de código QR, fotos del DNI y ‘selfie’, o bien esperar a que la empleada le ayude.

Entre consumición y consumición, y en medio de un trajín continuo, esta hace hueco un minuto para charlar con Gasteiz Hoy. Asegura que la llegada de este control de acceso no ha repercutido en el local. «La gente sigue viniendo, en eso no ha habido cambios», constata.

Sí reconoce que el mayor cambio es para la propia plantilla: «Tenemos que estar continuamente entrando y saliendo, pendientes de la máquina y de los nuevos registros», se despide con prisas. La barra la reclama.

El salón de juego ‘Paradise’ ha notado mucho el bajón en la zona de hostelería.

Y es que hace ya dos años que entró en vigor el Reglamento del Juego del Gobierno Vasco, que obligaba a los salones de juego a contar con ‘lectores’ de caras y de huellas digitales. El objetivo, al que ha contribuido esta medida, era dejar fuera a menores de edad. Y a toda persona con acceso denegado por estar inscritas en el Registro de Interdicciones del Ejecutivo autonómico.

En Álava, son cerca de 600 las personas que tienen auto prohibida la entrada en salones de juego, bingos y casinos, la mayoría hombres.

«Hay gente que no se acostumbra, para un pintxo o un café, a dejar sus datos»

¿Cómo es el antes y el después de los salones de juego tras implantar estos controles? Porque el registro no es solo obligatorio para acceder a la zona de juego, también a la de hostelería. Y es ahí donde muchos sí lo están notando.

Luces y sombras en un sector que cuenta con 32 salones de juego, 3 casas de apuestas y 3 bingos en Álava. Cifras que no han variado demasiado en dos años, aunque han cerrado algunas casas de apuestas.

Reconocimiento facial salones de juego

Sobre el terreno, la afección a la hostelería sí es palpable en salones de juego como el de Fueros. «Lo hemos notado, pero es algo generalizado en bares y restaurantes», admiten. «Hay gente a la que le sigue frenando el control de acceso y no se acostumbra a que, para un pintxo o un café, tenga que dejar los datos», confirman.

En ocasiones ocurre que llega un grupo, «y si algunos quieren entrar pero uno no, se terminan yendo». También el ‘lector’ tiene sus momentos: «Si te has cambiado de peinado, o puesto gafas, por ejemplo, no te reconoce y tenemos que andar haciendo la foto y cogiendo los datos de nuevo».

«Antes, entre semana, hacías 400 euros en la zona de hostelería. Ahora, con suerte, 70»

Tampoco en el salón de juego ‘Paradise’, en la calle Florida, el control de accesos ha sido positivo para el negocio. Ubicado en pleno Ensanche vitoriano, antes eran muchas las personas que a lo largo de la mañana entraban para hacer un ‘kit-kat’ y tomar algo. Después, ya no. «La barra ha caído mucho. Éramos de los que más teníamos y ahora mira, demasiadas horas muertas», lamentan.

Dan cifras que lo justifican: «Antes, un día entre semana igual hacías 400 euros en la parte de hostelería. Ahora, con suerte, 70». El céntrico local, vacío un jueves a mediodía, parece darles la razón. «En la zona de juego también se ha notado, pero ahí hay más picos», matizan.

«Nos vigilan mucho pero, para cobrar impuestos, bien que están ahí»

Por eso, creen que lo ideal sería que estos ‘lectores’ estuvieran no en la entrada de la calle, sino en el acceso al área de máquinas. «Mucha gente solo viene a por un café o una copa mientras ven un partido, no para jugar. O clientela del hotel de enfrente, que se sorprende con la medida y pasa de dejar sus datos», enumeran.

Incluso, «gente mayor que solo quiere ir al baño, y tenemos que registrarles, qué remedio», destacan. De lo contrario, la multa es para ellos.

Menores con DNI de adultos

Son conscientes de que a muchas personas «no les gusta registrarse en todos y cada uno de los salones a los que entran», y proponen que haya un control generalizado. Que una vez inscrito en uno, en todos. Y lo mismo si toca darles de baja en alguno de estos locales, como les ha ocurrido. Que sea común.

Ya puestos, desvelan que, como en todo, hecha la ley, hecha la trampa. Y la picaresca está a la orden del día. «Hay quien intenta entrar junto con otros. La máquina, en esos casos, pita, pero si está estropeada (que pasa) o te pilla en la cocina o en el baño, puede que se te escapen», ejemplifica.

También han vivido casos de menores que han acudido con el DNI de un adulto. Y lo han descubierto más tarde, cuando el titular ha aparecido, el sistema no lo ha reconocido y, al contrastar sus datos, han descubierto la suplantación. «O borramos a ambas personas, o avisamos a la Policía», confiesan.

Se sienten «muy vigilados» por Inspección del Juego y Policía Local para cumplir unas exigencias que les prohíben instalar mesas y sillas en el exterior. Ni siquiera «podemos poner nada en la terraza del desayuno o pintxo pote, se considera un reclamo». «Pero para cobrar impuestos bien que están ahí», critican.

Aceptación y reputación

Más aceptación se percibe en la calle Rioja. El paso del tiempo ha tranquilizado a los más reacios, y la normalidad se ha instalado de nuevo. «Al principio la gente estaba más recelosa y se notó un poco en la afluencia, pero ahora ya todos nos hemos acostumbrado», señala una de las empleadas.

Deja claro que siempre han tenido cuidado con la entrada de menores, y más en una zona con colegios y discotecas cercanos. Pero que, gracias al ‘lector’ de caras, la efectividad «es mayor». Insiste en que los datos proporcionados «se quedan solo en el salón», y no se desprende de la ‘tablet’, necesaria para solventar cualquier incidencia si el sistema falla.

«Toca defender nuestra reputación y poner en valor nuestras aportaciones a la sociedad»

Recuerda sonriente cómo, al principio, «hacíamos fotos a la gente de cintura para arriba, y claro, no funcionaba». En su caso, la cara es la puerta de entrada. En otros, es la huella dactilar. «A veces veo a gente venga a poner el dedo y digo, ‘¿pero qué hacen?'».

Y es que los salones de juego del País Vasco han sufrido una «metamorfosis». Así lo define Peio de Frutos, secretario de la Asociación de Salones Recreativos y de Juego de Euskadi, Aseuskadi. Lo justifica con los controles de acceso «de última tecnología» y la interconexión reciente de los registros de interdicción vasco y estatal, que impide a los inscritos entrar en estos negocios para jugar online.

Para ello, ha sido necesario formar a las plantillas de los establecimientos, que estén acreditadas y habilitadas en el servicio de admisión. «Estamos sufriendo todavía las consecuencias de la normativa aprobada en 2022», señala de Frutos.

No obstante, apunta que ahora «toca defender nuestra reputación y poner en valor nuestras aportaciones a la sociedad». Aunque reconoce que les preocupa el «desigual» tratamiento social y normativo del juego privado y del público. gasteizhoy

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